martes, 8 de mayo de 2018

Vamos Ángel.
Sé sincero.
Nunca ha sido fácil vaciarte.
Nunca ha sido como has fingido.
No sabes qué decir, si decirlo es sinónimo de ti.


Y esto te ayudaba. Era parte de ti.
Esa parte que parece que con la obligación y la edad, ha dado paso al silencio y a el paso al frente.


Ha llegado el momento de explotar.
Rugir por dentro y que tus raíces lleguen hasta el centro del mundo.
Explotar y que no quede nada.
Que jamás volvamos a parecer dos desconocidos volviendo a quererse solo por parentesco y no por intimidades resueltas con amor y paciencia.
Con deseo y respeto.
Con olvido y momentos vividos.

Si después de esto, seguimos vivos, brindaremos con la mochila vacía y los ojos dormidos.
No habrá que soñar despierto y temer al silencio.
No calmaremos la sed con vino y la palabra con pan vacío...

Si lo logramos.
Dentro de poco volveremos a vernos.
Sentados donde siempre.
Vaciándonos desnudos y solos.
Frente a frente.




Aunque puestos a ser sinceros...
No sé bien bien quién eres.
Si hemos logrado conocernos o estos años han sido solo un nexo.
La comunión entre la vida y tu.
La verdadera razón de que lograrlo solo depende de voluntad y pasión.
Apretar los dientes y levantar la mirada.
Aunque tu rodilla clave el suelo.
Aunque levantarse sea caerse de nuevo.


Supongo que eso tenemos en común.
Nuestra historia y las cicatrices  sobre las que escribimos.
El teclado y los miles de borradores secretos que escondemos hasta que un día, tengan su momento.
Como tú.
Como yo.

Quedemos un día.
Tomemos algo caliente.
Pensemos en que hemos hecho.
Y si está hecho, con los ojos uno enfrente del otro, pensemos en decirnos lo necesario para que dure todo el tiempo que nos separará hasta la próxima vez, que, desnudos, nos toquemos en silencio...




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