viernes, 25 de mayo de 2018


Yo sabia hacer esto.
Cerrarme para abrirme.
Conseguir respirar, callado, en silencio.

Hace mucho que no te hundo por debajo de mis dedos.
Te he rechazado. quizás, demasiadas veces.
Y no sé si por esto, hoy has salido rugiendo, con mil escalofríos y millones de gestos.

Ahora me vaciaré y después de esto, quizás no te vuelva a ver.
Quizás vuelvas a salir por mi piel dentro de mil años más y tengamos ya más cosas que nos diferencian que nos unen.

En todo caso, es nuestro momento y nadie nos lo podrá arrebatar.






Si quizás todo dependiera de un volver a querer, nadie llegaría tan lejos.
Si supieras que después del dolor llega la calma, no rezarías por el probable y eterno sollozo que sufres en ese instante... sino que te prepararías toda tu felicidad para sufrir con calidad y guardarte
esos momentos para crecer, aprender y evolucionar.
Es todo tan maleable...
Es tanta, la realidad miserable...
Yo creo que si de verdad es autentica, es irrompible frente el convencimiento... y maleable cuando le das el beso.
Cuántos no hemos corrido detrás de él y después... nos hemos sentido novatos frente aquél, el acertado, el de verdad, el beso que te cambia por dentro.
Ni el primero, ni el mas buscado...


Y ya está.





Ahora me doy cuenta que la dosificación contigo mismo es un error.
Y que los rugidos son de desesperación y no de atención.

No debo de ser el primero ni el último que te lea verdades.
Ni que lo tenga que hacer en publico.
No creo que sea ni el primero ni el ultimo que te haga emocionarte.

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